sábado, 5 de marzo de 2011

Torturas


Leng T’ché

En el lenguaje coloquial se ha consolidado la expresión "tortura china". En esta época nuestra de lo políticamente correcto y la "multiculturalidad" puede parecer un prejuicio racista o eurocentrista (que consideraría a todo el que no es como nosotros como un bárbaro, pasando por alto gulags, campos de exterminio varios, inquisiciones y demás barbarie europea). Pero al parecer los chinos se han caracterizado por sus torturas elaboradas y crueles, pensadas para alargar el sufrimiento del torturado, recreándose en su dolor.

Hace poco descubrí una de esas torturas, el llamado Leng T’ché o tortura de los cien pedazos. El procedimiento es simple: ir cortando al reo en pedazos, llegando al número de cien. Todo ello en vivo, por supuesto. Por lo visto al torturado se le administraba opio ara alargar el sufrimiento (paradójicamente, el opio es un calmante del dolor, pero precisamente por ello evita que se caiga en el shock doloroso antes de morir y perder así la consciencia). Mi acceso a este tipo de prácticas vino dado por mis últimas lecturas, en las que me he adentrado en los terrenos que conectan el erotismo y la muerte (estoy metido en una especie de trabajo al respecto). En uno de los libros (en concreto Las lágrimas de Eros, de Georges Bataille), había unas fotos del suploicio comentado. Estas fotos son de una garn crudeza (a pesar de ser en blanco y negro). En ellas aparece un ajusticiado en el momento de ser sometido al Leng T’ché. Se trata de Fou Tchou Li, asesino del príncipe Ao Jan Ouan, en 1905. Según las leyes chinas del momento, su pena debería haber consistido en la hoguera. Pero las autoridades consideraron este castigo como excesivamente cruel e inhumano y decidieron, como medida de gracia, rebajarlo al descuartizamiento en vivo (curiosa argumentación, que lejos de indignarnos o sorprendernos debería estimularnos a investigar otras formas de considerar la humanidad y la crueldad). Y quiso el azar que por allí anduvieran unos soldados franceses que fotografiaron la tortura. Gracias a ellos hemos podido conocer estas prácticas en nuestros días.


Lo más llamativo de las fotos es la cara del ajusticiado. No parece reflejar el dolor ni la tensión del momento. Al contrario, se le ve sereno, extático, como si la cosa no fuera con él. Incluso como si estuviera gozando. Muy posiblemente sea un efecto del opio, pero la verdad es que resulta muy inquietante. Esas caras parecen fuera de contexto. Y mueven a la reflexión (para el propio Bataille resultaron casi el motor de algunos de sus escritos).

Y en fin, poca cosa más. El objetivo de esta entrada era el de poner esas fotos y mover algo en el interior de quien quiera mirarlas y pensar sobre ellas, todo lo de arriba es contextualización para lo que a partir de ahora viene, y que es la verdadera entrada (la calidad no es demasiado buena, pero es lo mejor que he podido encontrar). Espero que os resulten provechosas.